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Un podcast macabro. Utilizar una expresión sonora del Japón contemporáneo como simulación de uno de los mayores desastres de la historia.  por Frankie Pizá

Reproducir un estruendo nuclear. Hacerlo sobre el supuesto linaje de las secuelas dejadas por las explosiones de Hiroshima y Nagasaki. 

Sin tratar el término “nuclear” como algo mitológico o amenazante (Sun Ra) o darle una representación que se relacione con la fisonomía y procesos relativos a la energía, las reacciones atómicas. 

Música nuclear como idea de terror y destrucción: sonidos extremos que comprometen la comodidad del oyente y trascienden hasta actos físicos y de energía en contra de cualquiera que sea el receptor. Un fin del mundo donde no existen melodías dramáticas: solo ruido ensordecedor. 

Simular aquel escenario en el que cientos de miles de personas murieron utilizando como médium una de las expresiones artísticas más atrevidas del Japón contemporáneo: el Noise de artistas como Merzbow, Hijokaidan o Incapacitants. 

No quisieron replicar o sensibilizarnos con aquellos desastres humanos históricos con sus experimentos, ni siquiera recordarlos, pero paradójicamente sirven como vehículo para tomar un contacto figurado con la desesperación del pueblo nipón los días 6 de agosto y 9 de agosto de 1945 con la famosa Fat Man.

Están en sus raíces, en su memoria, aquellas escenas de destrucción masiva. Contra su voluntad todo ruido que han expandido desde que el movimiento cogiera fuerza en la década de los 90 se utiliza aquí como banda sonora autóctona para ilustrar el caos, la sangre, la muerte y la irreversibilidad de las bombas atómicas.